Romancero general ó Coleccion de romances castellanos anteriores al siglo XVIII

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Agustín Durán
M. Rivadeneyra, 1851 - 736 páginas
 

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Página 505 - Nací debajo de Libra, tan inclinado a las pesas, que todo mi amor le fundo en las madres vendederas. »Dióme el León su cuartana, dióme el Escorpión su lengua, Virgo, el deseo de hallarle, y el Carnero su paciencia.
Página 403 - Sin libros y sin papeles, sin tratos, cuentas ni cuentos, cuando quieren escribir piden prestado el tintero. Sin ser pobres ni ser ricos tienen chimenea y huerto; no los despiertan cuidados, ni pretensiones, ni pleitos; ni murmuraron del grande ni ofendieron al pequeño; nunca, como yo, firmaron parabién ni pascuas dieron. Con esta envidia que digo y lo que paso en silencio, a mis soledades voy, de mis soledades vengo. ¡Pobre barquilla mía entre peñascos rota, sin velas desvelada y entre las...
Página 584 - ¿Qué jarcias te entretejen? ¿Qué ricas banderolas azote son del viento y de las aguas sombra? ¿En qué gabia descubres, del árbol alta copa, la tierra en perspectiva del mar incultas orlas? ¿En qué celajes fundas que es bien echar la sonda, cuando, perdido el rumbo, erraste la derrota?
Página 504 - No quiso que un cuarto fuera. Nací tarde, porque el sol Tuvo de verme vergüenza, En una noche templada Entre clara y entre yema. Un miércoles con un martes Tuvieron grande revuelta, Sobre que ninguno quiso Que en sus términos naciera. Nací debajo de libra Tan inclinado á las pesas, Que todo mi amor se funda En las madres vendederas.
Página 505 - Porque es tan feliz mi suerte, que no hay cosa mala o buena que, aunque la piense de tajo, al revés no me suceda. »De estériles soy remedio, pues, con mandarme su hacienda, les dará el cielo mil hijos, por quitarme las herencias.
Página 589 - Si me queréis bien no me hagáis mal; harto peor fuera morir y callar: dejadme llorar orillas del mar. Dulce madre mía, ¿quién no llorará aunque tenga el pecho como un pedernal, y no dará voces viendo marchitar los más verdes años de mi mocedad? Dejadme llorar orillas del mar.
Página 429 - Ciego que apuntas y atinas. Caduco dios y rapaz Vendado, que me has vendido, Y niño mayor de edad, Por el alma de tu madre. Que murió siendo inmortal, De envidia de mi señora. Que no me persigas más. Déjame en paz, Amor tirano, Déjame en paz.
Página 584 - Adonde, di, te engolfas ? que no hay deseos cuerdos con esperanzas locas. Como las altas naves, te apartas animosa de la vecina tierra, y al fiero mar te arrojas.
Página 120 - ... los cristianos. El moro viene vestido— de blanco, azul y encarnado, y debajo esta librea— trae un muy fuerte jaco, y una lanza con dos hierros — de acero muy bien templado, y una adarga hecha en Fez— de un ante rico estimado. Aqueste perro, con befa,. — en la cola del caballo, la sagrada Ave María — llevaba, haciendo escarnio.
Página 402 - ... lejos. Ni estoy bien ni mal conmigo, mas dice mi entendimiento que un hombre que todo es alma está cautivo en su cuerpo. Entiendo lo que me basta, y solamente no entiendo cómo se sufre a sí mismo un ignorante soberbio.